En 1984 James Cameron nos regaló una de esas cintas que marcan un antes y un después en el cine: "Terminator", película de bajo presupuesto escrita por el cineasta al mismo tiempo que los libretos de "Aliens: El Regreso" [filme que acabaría dirigiendo él mismo] y "Rambo: Acorralado II" [cuyo guión acabarían moldeando a placer los productores y el propio Stallone, reduciéndolo a poca cosa de lo que Cameron hubo escrito]. Con la ayuda de Gale Ann Hurd [que se casaría con el director en 1985 y romperían en 1989], James imaginó un mundo post-apocalíptico impresionante, que aún a días de hoy sigue siendo difícil de superar tanto por su imagenería visual como por sus efectos visuales, artesanales hasta el punto de dar verosimilitud a todo lo que vemos en pantalla. No en vano, Cameron, su director de fotografía, el nunca suficientemente valorado Adam Greenberg, y el genio de los efectos especiales Stan Winston crearon [maquetas y animatronics mediante] un futuro devastado, con el fin de retratar hasta qué punto el ansia de progreso del hombre podía acabar convirtiéndose en una peligrosa arma de doble filo, hasta el extremo de acabar provocando nuestra propia destrucción.
Una cruda reflexión que se convertiría en una constante en el cine de Cameron: el poder autodestructivo del hombre y los factores que pueden llevarle a cambiar, siempre y cuando esté dispuesto a tomar una serie de decisiones clave. Esta sólo es una de las muchas virtudes del segundo largometraje de James Cameron [el primero fue la infame "Piraña 2: Los Vampiros del Mar"]. Lo demás habla por si solo: escenas de acción no solo frenéticas y con una gran dosis de tensión, si no perfectamente ensambladas con respecto a la trama y coherentes con el devenir de la historia; un guión conciso que cuenta lo justo y necesario, ni más ni menos, tomándose necesarios descansos para dar cuerpo a unos personajes interesantes [no en vano Sarah Connor y Kyle Reese han pasado a la historia como héroes cinematográficos] y aportando a la historia principal unas necesarias subtramas, amén de desarrollar una plausible explicación sobre los viajes en el tiempo y sus consecuencias; interpretaciones muy trabajadas por parte de todo el reparto sin excepción [a destacar los roles de Michael Biehn, Linda Hamilton -futura esposa del director- y por supuesto, Arnold Schwarzenegger, muy convincente en un rol no tan sencillo de interpretar como pudiese parecer, el de despiadada máquina de matar]; la ya mítica sintonía de Brad Fiedel; una magnífica dirección de Cameron, que ya demostraba en esta cinta que es un maestro del tempo y los encuadres, siempre funcionales mas no por ello menos trabajados...
No puede esperarse menos de la obra de alguien como Cameron, minucioso hasta el punto de tardar doce años en estrenar su nueva película [Sí, doce añitos han pasado ya desde "Titanic", y en 2009 James regresa con "Avatar". ¿A lo grande? Veremos.]; exigente hasta conseguir que Ed Harris, después del rodaje de "Abyss", le retirase la palabra; talentoso hasta el punto de no tener (salvo la ya mencionada "Pirañas 2") ninguna película mediocre en su filmografía [menos extensa que la de directores como Spielberg, por ejemplo, pero desde luego mucho más regular y compensada]. Un clásico inmediato, imitado/plagiado hasta la saciedad por cintas que merecidamente corrieron peor suerte [véase "R.O.T.O.R." o "Terminator Woman" -por cierto, grandiosa versión del título original "Eve of Destruction"-].
En definitiva, un clásico imprescindible, que [reitero] marcó un antes y un después en el cine de ciencia ficción, una joya que, pese a ciertos fallos menores [paradojas temporales inexplicadas, por ejemplo] y una estética un tanto anticuada [se nota de muy lejos que eran los horteras años ochenta], continúa tan eficaz y vigente hoy en día como en su tiempo. Si no me creéis, os animo a comprobarlo por vosotros mismos.
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