La nueva obra de Edgar Wright es, además de una de las más fieles adaptaciones comiqueras de la historia del cine (tan cercana a las viñetas que compite en meticulosidad con films como “300”, “Sin City” y “Watchmen”), un entretenidísimo y espectacular disparate. Así de claro, y dicho en el mejor de los sentidos: a medio entre camino entre frikada sin control y gran ejercicio cinematográfico (en el que reparto, fotografía, dirección, guión, banda sonora y montaje confluyen en perfecta armonía), “Scott Pilgrim contra el Mundo” es una de esas cintas que, si bien no tiene por qué gozar del beneplácito del público mayoritario, se convierte en un gusto adquirido y en una película de culto.
Comedia romántica, videojuego de acción, musical rock... El cóctel de referencias que nos tiene preparada esta cinta es prácticamente ilimitado, y si a esto le sumamos un ritmo narrativo trepidante y una apabullante capacidad para sorprender a lo largo de todo su metraje (no hay batalla que se repita), nos queda, no solo un nerdgasm en toda regla (especialmente para todo aquel que haya leído la obra original de Brian Lee O’Malley), sino una cinta entretenidísima y realizada con muchísimo cariño y dedicación.
En gran medida, la película funciona gracias, no solo a su desquiciante y comiquero estilo visual (que traspasa las limitaciones de su formato para trascender por encima de éste), sino a un eficacísimo y calculado libreto (obra del propio Wright y Michael Bacall) que gradúa con sorprendente precisión todos sus elementos, géneros y personajes. Y hablando de personajes: la galería de principales y secundarios, pese a su cantidad, es excelente. Absolutamente todos están calcados de las viñetas, perfectamente interpretados, y dotados del suficiente carisma como para que recordemos sus nombres y personalidades al salir del cine, destacando, tanto en sus apariciones como en sus respectivas batallas, los Exnovios Siniestros Lucas Lee, Todd Ingram (el ovolácteovegetariano) y los Gemelos Katayanagi (que, sin articular palabra alguna, nos obsequian con la mejor batalla de la película).
En conjunto, es más arriesgada en su propuesta que “Kick Ass” (de hecho, mayor ha sido su fracaso en taquilla, de hecho, ya que su presupuesto fue más cuantioso, y su recaudación resultó algo menor), pero supera el riesgo con nota y es de visionado muy recomendable, sino directamente obligatorio. Si tuviera que achacarle algo, podría decir (y el espectador medio lo acusará) que su ritmo decae algo a media película. Pero, si tenéis ganas de algo distinto y menos visto, echadle un vistazo, y, si podéis y os quedáis con ganas de más, volved a verla: os aseguro que con un segundo visionado gana muchísimo.
Por cierto, un consejo: nada de verla doblada al castellano (la mayoría de sus diálogos y juegos de palabras solamente tienen sentido escuchados en su idioma nativo).
Valoración: 8,5/10
Nota de la B.S.O. (Nigel Godrich): 8/10
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