Era de esperar. Muy pocos han resistido el arrollador encanto del candidato demócrata Barack Obama (admitámoslo, era mucho más carismático que el sosainas de McCain y su acólito "Joe el lampista" -de mayor quiero parecerme a ese tipo, máxima expresión de Dios/Superman/Chuck Norris sobre la Tierra-), sus campañas de propaganda utilizando famosos, ni al pegadizo lema "Yes, We Can" -lema que los americanos han tenido tiempo de engullir, fagocitar y digerir, puesto que lo tenían presente incluso en su sopa nocturna-. A McCain las cosas no le han salido nada bien: ¿habrán contribuido los agresivos ataques de la "liberal" Señora Palin a Obama? ¿Y los votantes republicanos que han cambiado su apuesta en favor del Partido Demócrata? ¿O bien es que los norteamericanos, después de la nefasta "Era Bush" -actual y americana versión del "Reinado del Terror" de Robespierre-, necesitaban un cambio urgente?
Pudiera ser. El caso es que finalmente, no ha influido en el voto el hecho de que ninguno de los dos candidatos haya querido concretar al pueblo cuál es su plan para cumplir -respectivamente- sus promesas electorales -lo cual en el caso de Obama, en mi modesta opinión, es más grave que en el de McCain, debido a lo idealistas que resultan-. La diferencia ha sido más que considerable: diecisiete estados en favor de Obama contra diez que le han dado su voto a McCain.
En fin, teniendo en cuenta el hito histórico que supone la victoria de un afroamericano en la candidatura presidencial estadounidense (aunque, como suele pasar, el cine ya había previsto que ocurriría, tarde o temprano, y así lo ha reflejado), solo podemos rezar para que Obama ponga fin al pánico instaurado por el Capitán Chimpancé... perdón, ex-presidente George Walker Bush. Puesto que Estados Unidos se considera a si misma como "un imperio", lo mínimo exigible sería un Emperador juicioso, ¿no os parece?
Pudiera ser. El caso es que finalmente, no ha influido en el voto el hecho de que ninguno de los dos candidatos haya querido concretar al pueblo cuál es su plan para cumplir -respectivamente- sus promesas electorales -lo cual en el caso de Obama, en mi modesta opinión, es más grave que en el de McCain, debido a lo idealistas que resultan-. La diferencia ha sido más que considerable: diecisiete estados en favor de Obama contra diez que le han dado su voto a McCain.
En fin, teniendo en cuenta el hito histórico que supone la victoria de un afroamericano en la candidatura presidencial estadounidense (aunque, como suele pasar, el cine ya había previsto que ocurriría, tarde o temprano, y así lo ha reflejado), solo podemos rezar para que Obama ponga fin al pánico instaurado por el Capitán Chimpancé... perdón, ex-presidente George Walker Bush. Puesto que Estados Unidos se considera a si misma como "un imperio", lo mínimo exigible sería un Emperador juicioso, ¿no os parece?
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