viernes, 30 de enero de 2009

Grindhouse (Parte 2): Death Proof




Si Robert Rodriguez intentó demostrarnos con su "Planet Terror" que "dos tetas tiran más que dos carretas" (dicho que según parece aplicó al pie de la letra, sabiendo que sus escarceos con Rose McGowan -protagonista de dicha cinta- fueron los causantes del divorcio con su esposa Elizabeth Avellán), Quentin Tarantino refuta a su amigo mexicano respondiéndole con un sonoro "dos pies tiran más que todas las tetas del mundo". Y es que analizando la filmografía completa de Tarantino, podemos deducir que este cineasta tiene un verdadero complejo fetichista con respecto a las plantas de los pies femeninos. Desde que se regodeara mostrando un primer plano de los pies desnudos de Uma Thurman caminando hasta John Travolta en "Pulp Fiction", innumerables han sido las ocasiones en que el bueno de Quentin ha dejado correr ese instinto suyo, y "Death Proof" no es menos.

Pero dejando al margen esta curiosidad y pasando a analizar la película por sus méritos, solo nos quedan tres méritos a destcar [por desgracia para todo buen aficionado a su cine]:

1-El reparto. Sin entrar en detalles acerca de las interpretaciones de cada actriz, cabe señalar descubrimientos como el de Zoe Bell o Sydney Tamiia Poitier [hija del reputado actor Sidney Poitier] y guiños hacia anteriores obras del director como la inclusión de Michael Parks [repitiendo su papel de sheriff Earl McGraw -aparecido en "Kill Bill: Vol. 1" y en "Planet Terror", para más señas-]. Cómo no, no podía faltar la inclusión de un prestigioso actor con una carrera en estado de decadencia. Si en "Pulp Fiction" teníamos a Travolta, en "Jackie Brown" a Michael Keaton y a Robert Forster, y en "Kill Bill" estaba David Carradine, aquí a tenemos a Kurt Russell en plena forma interpretativa [lástima de personaje, por eso].

2-La banda sonora. Este es un factor incuestionable en cualquier obra de Tarantino, sin lugar a dudas. La mitomanía del cineasta de Tennessee se sale de los límites de lo imaginable, estando en su mente la canción perfecta para cada escena [y nunca, repito, nunca recurriendo a los Hits de los más escuchados; más bien su repertorio está compuesto por canciones largamente olvidadas]. A destacar "It's So Easy" de Willy DeVille y su uso dentro del contexto fílmico.

3-Los momentos de acción automovilística. Geniales. Maravillosos. Sencillamente impresionantes. Por mucho que digan, Tarantino no está en el mundo del cine por su cara bonita. Este hombre sabe muy bien cómo dirigir una buena escena de acción [en más de una entrevista confesó que John Carpenter era su referente a la hora de planificar escenas trepidantes] y sus persecuciones son un sentido corte de mangas a gran parte de los cineastas de acción actuales, contaminados por un estilo televisivo [además del montaje videoclipero], incapaces de sostener un plano más de dos segundos seguidos. "Death Proof" consigue mucho más con un choque frontal entre dos coches que "Quantum Of Solace" con todas sus explosiones.

A estas tres razones sumad el peculiar estilo de montaje y dirección [emulando el estilo de la casposa Serie B puramente "Grindhouse"], que siempre añade un encanto especial al filme, y algunos maravillosos guiños cinéfilos como la aparición de un Grito Wilhelm en medio de una colisión. Y ahí, lamentablemente, se acaban las virtudes. Porque aparte de esto, "Death Proof" no es más que un capítulo de "Sexo en Nueva York" dirigido por John Carpenter.

Os prometo que aguantar esta cinta es poco menos que cansino a partir de la media hora de conversación incesante. Mientras que en "Pulp Fiction" la verborrea era un factor positivo y necesario, aquí simplemente es un pegote añadido por un cineasta borracho de ego ejecutando su particular ejercicio de estilo propio. Se podría ver "Death Proof" viendo simplemente cinco capítulos del DVD y saltando el resto de partes, porque no, esas infinitas y finalmente agobiantes chácharas no aportan nada salvo sopor y una serie de estereotipos de sobra explotados sobre las mujeres. Si a esta total falta de precisión rítmica se le suman escenas verdaderamente sobrantes como el bailecito que se marca Vanessa Ferlito con Kurt Russell o el innecesario cameo de Tarantino invitando a las chicas a beber, entre muchas otras, llegamos a la conclusión de que "Death Proof" no funciona como ejercicio de imitación del cine Grindhouse que sueña ser.

A esta cinta le hubiera venido muy, pero que muy bien, una reducción drástica de diálogos verborreicos, un mayor tiempo dedicado a las persecuciones y a la acción, y sobretodo, una mayor autoconciencia de cutrez. Con esto último quiero decir que mientras que Rodriguez es plenamente consciente de que está rodando una verdadera locura cinematográfica y aprovecha eso en su favor creando una obra mucho más que disfrutable, Tarantino parece estar metido en una burbuja idealista y creyendo con todo su corazón que lo que está haciendo es una obra de arte, lo cual acaba actuando en detrimiento de la propia narración. Ni siquiera aprovecha el montaje deliberadamente desgastado de cara a hacer "Death Proof" parecida al tipo de cine al que homenajea, puesto que al cabo de aproximadamente media hora y después de un fragmento en blanco y negro, le da a la película una fotografía perfectamente nítida y apreciable.

Por último y volviendo a Kurt Russell: repito, lástima de personaje. Si Stuntman Mike ha de suponer la resurrección de Russell como actor, apañado va el bueno de Kurt. Mike es un villano totalmente indefinido e incoherente, tan capaz de ser una bestia despiadada como de un momento a otro volverse el mayor gallina sobre la faz de la Tierra. En vista de que Tarantino creó villanos tan memorables como Ordell Robbie, Bill y Budd en anteriores filmes, le perdonaré por esta vez la inclusión de semejante cantamañanas a modo de malo malísimo.

En vista de que "Death Proof" es más un experimento encomiable aunque extremadamente fallido que una película con entidad propia, solo me queda aconsejar desde este blog a Quentin que aprenda la lección y no se deje llevar tanto por su genio creativo/ego de cara a "Inglorious Bastards". La lección es sencilla: muchas veces es mejor pasárselo bien que tener pretensiones de artista. Esta vez Robert te superó, Quentin; otra vez será, amigo.

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